El barrizal del estadio Metropolitano hizo mella en la semifinal de Copa Colombia, donde Atlético Junior y Deportes Tolima no se sacaron mayor diferencia: no por paridad en su juego, sino por la ausencia del mismo.
El primer tiempo estuvo lleno de pases y escaso de profundidad
Y es que ambos equipos distan mucho entre lo que son y lo que quieren ser. Tanto Giovanni Hernández como Alberto Gamero quieren dominar el balón desde atrás, acumulando suficientes jugadores en la base de la jugada y sumando buena cantidad de pases en su campo. Con todo y eso, al final no progresaban en la parcela rival porque ninguno encontró a sus mediapuntas. Armando Vargas, por Deportes Tolima, y Vladimir Hernández, por Atlético Junior, se ausentaron durante 45 minutos, y con ellos las emociones del primer tiempo.
El cambio de libreto vino por cuenta de Alberto Gamero, que se atrevió a vulnerar la salida de balón de Junior (Alexis Pérez) enviando a la cancha a Ángelo Rodríguez para apretarlo. Ese simple movimiento desató el fuego cruzado, pues ahora el tiburón debía estar dispuesto a prescindir del control para entrar en el vértigo al que estaba siendo obligado.
Ambos equipos asumieron riesgos en la segunda mitad
Giovanni Hernández aceptó la invitación, y en su adaptación a la vorágine estuvo su meritoria dirección de campo. Primero sustituyó a Juan Guillermo Domínguez, lo que significó mayor libertad de movimiento para Vladimir Hernández. Ahí se creció. Luego entregó la batuta a James Sánchez, que en el ida y vuelta es el rey. Si el Junior requiere tres toques para crear peligro, a Sánchez le basta con uno.
Pero el vértigo también puso a prueba a la defensa rojiblanca, que estuvo lejos de ser inmune. Deivy Balanta y Alexis Pérez se vieron superados por el juego de espaldas de Víctor Aquino y Ángelo Rodríguez. Enrique Serje dio muchas concesiones a Armando Vargas, quien recordó a todos que tiene un guante en el pie.
El destino le sonrió al Junior, aunque pudo ganar cualquiera. Por eso en Barranquilla este paso a una nueva final del fútbol colombiano trae cierto sabor amargo. Por eso Giovanni Hernández, finalizado el encuentro, no devolvió las sonrisas.